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¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llorase día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!

¡Oh, quién me diese estar en el desierto, en un albergue de caminantes, para dejar a mi pueblo, y marcharme de ellos! Porque todos ellos son adúlteros, una banda de traidores.

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